“De repente me llega una bocanada de inspiración, una descarga eléctrica, y me siento poseído. La idea creadora circula ahora, cual savia, por todo el edificio”.
Christian Dior
El modisto dibujaba la moda del futuro y orquestaba personalmente cada una de las pruebas rodeado de su “consejo de guerra”*: sus fieles colaboradoras, entre las que se encontraba Mizza Bricard, su musa, estilista e icono de la elegancia Dior; Marguerite Carré, directora de los ateliers; Suzanne Luling, directora de ventas; y Raymonde Zehnacker, directora del estudio.
El día del desfile, la Maison cobraba vida y bullía de actividad, especialmente en el salón de pruebas, que se ha conservado y permanece intacto a día de hoy. En este entorno mágico, las estilistas, las peluqueras, las premières d’atelier y la cheffe de cabine trabajaban frenéticamente para preparar a las modelos antes de su entrada a los salones contiguos. Cada temporada, los 180 diseños de la colección —trajes, ropa de diario, vestidos de cóctel y vestidos de noche— se presentaban uno tras otro a la prensa, los posibles compradores y, en los días siguientes, a los clientes privados.